jueves, 29 de diciembre de 2011

De Plebeya a Princesa. Capítulo 3.

Jean había salido de la habitación de la reina dando un gran portazo, las cosas que había dicho su madre le habían cabreado, pero también le habían echo dudar. Sabía que algún día aquella joven se tenía que acordar de todo, y cuando eso pasara sabía que no podría mentir. Sabría que todo se iría al traste.
Camino por el largo pasillo, cada vez que se acercaba más a la sala principal, podía oír como los murmullos ahora se convertía en gritos, acelero el paso, y al llegar se encontró con varios de sus sirvientes murmurando , otros comenzaban a chillar, alarmados por algo que Jean desconocía. Soltó un fuerte grito que hizo que todos callaran y miraron al joven a la espera de que esté hablara. El sin decir nada dirigió a una de las sirvientas que recibía el nombre de Matilde.
-          Matilde. ¿Podéis vos contarme a que se debe tanto jaleo?
-          Su majestad, vuestra prometida, ha desaparecido.
-          ¿Cómo? ¿Cómo no os habéis dado cuenta? ¿Cuánto hace que salió?
-          Creemos que por la puerta trasera, cuando vos estabais hablando con su majestad. No pensábamos que marcharía, y bueno… bajamos la guardia. No sabemos, su majestad.
-          Pero  como… ¡Ag! , Prepara mi caballo, y los demás buscar por los alrededores. ¡YA! –Dijo alzando la voz, a la vez que salía como un huracán sin decir una palabra más.
Caminaba por aquel enorme jardín. Hacía rato que había salido de aquel enorme palacio, tenía dudas, no recordaba llamarse Rebeca y mucho menos vivir en Inglaterra, no recordaba haber hablado nunca inglés, es más desde que me desperté podía notar que mi acento era completamente diferente al  de los que me rodeaban. Yo hablaba un perfecto español, pero en cambios ellos, un torpe español, con un toque británico.
Buscaba algo más que aquel enorme jardín, buscaba casas, gente algo que no fuera hierba, ni aquel palacio.
Quería creer lo que ellos me decían, pero a la vez, algo me lo impedía, no me venía a la mente nada de lo poco que me había contado Jean, aquel apuesto británico, futuro Rey de Inglaterra. Creía el que yo pudiera haberme enamorado de él, pues no era para nada un hombre poco apuesto, al contrario, podría ser uno de los jóvenes más apuesto que podría haber visto, pero no recordaba  a nadie, por lo que para mi era el más apuesto, con aquellos ojos azul eléctrico.
Me comenzaban a doler los pies, no sabía cuanto llevaba caminando, pero los pies me dolían y la cabeza comenzaba a darme vueltas, cuando ya comenzaba a ver algo más que hierva, sentí que todo se desvanecía a mis pies, de nuevo, me desmallé. Aunque claramente no recordaba la primera vez que me había pasado.
Pero esta vez aquel desmallo solo duró unos minutos, no tardé en levantarme y volver a caminar. Me quité aquellas molestas alpargatas y seguí caminando, mis pies estaban llenos de tierra pero yo simplemente me limité a andar hasta encontrarme rodeada de una ciudad. A medida que iba caminando pude notar como varias personas se giraban para mirarme, me admiraban, como si yo fuera una famosa pintura, no sabía por que me miraban, aunque no tardé en descubrirlo, miré mis prendas, eran demasiado ostentosas para tratarse de una persona cualquiera. Había sido mala idea salir de palacio, estaba segura, pero allí no me sentía cómoda. Poco a poco, me iba adentrando en aquella ciudad, la gente comentaba cosas, pero no llegué a oír ninguna con claridad.
Clac. Clac. Clac…
El galopar de un caballo, me hizo sobresaltar, me giré y trate de correr, pero pronto alguien me agarró del brazo, sentí como me elevaba y cuando me vine a dar cuenta estaba montada sobre aquel caballo que hacía un instante me seguía. La gente se giraba a nuestro paso, preguntándose que pasaba. El giró la cabeza y descubrí la identidad de aquel misterioso jinete, en efecto, Jean.
Jean no pensaba volver a palacio, al menos hasta pasado un rato, sabía que estando allí no ayudaría para nada a Rebeca, sabía que si volvían tan rápido está intentaría salir, por lo que trataría de pasar lo que quedaba del día con ella, fuera.
Al galope del caballo llegaron a la parte sur del jardín, donde los arboles ahora cubrían gran parte de aquel hermoso jardín, era precioso, no solo había césped y árboles, si no también habían algunas flores que salpicaban la hierva verde.
Con la ayuda de Jean me bajé del caballo, estaba nerviosa, tenía miedo, no mucho pero tenía, no sabía quien era, no estaba segura de si la versión que me habían contado era de verdad. Caminé un poco deprisa y una vez llegué donde los árboles comenzaba a aparecer, me senté al pie de uno y cerré los ojos. Jean no se acercó se quedo mirándome. Como si mirándome fuera a saber lo que yo pensaba. Tenía miedo. Quería irme, pero a la vez quería quedarme allí y saber si de verdad yo era Rebeca. Si era la futura princesa de Inglaterra.
Miraba al cielo y luego dirigí mi mirada al enorme palacio, se podía ver de allí, aunque un poco alejado.
-          Sé que sientes que esté no es tu lugar, pero… pronto te darás cuenta de que si lo es –Murmuro el tras de mi, me giré sin decir nada.- Te ayudaré lo sabes pero tu tienes que dejar ayudarte, si no el esfuerzo será en vano.
-          Lo intentaré, pero no te recuerdo, por más que quiera no lo hago. ¿Me estás mintiendo? –Pregunté sin rodeos, empezaba a cuestionarse de nuevo.
-          Como le voy a hacer eso a la chica de mi vida, me enfrenté a mi madre para no casarme con la mujer del duque, ¿Crees que te mentiría con eso?
-          No, pero…
-          Calla… ya habrá tiempo para preguntas. –Dijo acercando de nuevo sus labios a mi boca, yo de nuevo, ni los moví, él se separo y desvió la mirada. –Nada será como antes.
-          Que esperabas, que me despertará y recordará todo, que te quisiera así porque sí. NO TE RECUERDO. Como quieres que te diga, me estás agobiando, por que no me ayudadas a revivir nuestra historia de nuevo… -Si es que hay historia, pensé. –Revivir el como nos conocimos, que pasó, cada cosa que paso , poco a poco, como si no nos conociéramos… bueno en verdad es como si no te conociera, tengo miedo por no recordar nunca quien soy.
-          ¿Desde el principio?
-          Sí. –Zanjé.
-          Creo que… sería una buena idea. Te ayudaría.
-          Y si… bueno, pudieras dejarme algo donde escribir cada momento que pase en… está ‘’nueva vida’’ o nueva oportunidad… por si, lo vuelvo a olvidar
Jean no dijo nada más, simplemente sonrió y asintió, se sentó a mi lado y esperó a que se el atardecer cayera, para así luego, regresar al palacio a galope de aquel hermoso caballo. Sabía que mañana sería un día nuevo.


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